*Un viaje a los inicios de una industria que mueve millones actualmente en el mundo.Por Horacio Flores.
En una reunión familiar,la que se vio amenizada por un rico pastel de choclo, me encuentro con Manuelito, esposo de la cuñada de mi hijo,iniciando una entretenida conversación ,en donde se alude a una película chilena, El Regalo. Manuelito comenta: "Ahora una película se ve al mismo tiempo en Santiago, La Serena, Rancagua y en todas las ciudades y pueblos del país, recién se estrenó en Estados Unidos y ya la estamos viendo nosotros. Y a veces la ilegalidad tan tolerada, justificada,”comprendida” se las arregla para obtener una copia, reproducirla y venderla a precio botado, en C.D.".Una situación totalmente diferente a la de décadas pasadas.
Las películas del pasado llegaban enrolladas en carretes metálicos, medían muchos metros, aventuramos decir cincuenta ¿o cien? Y cada película necesitaba tres o cuatro carretes. Por su alto costo las empresas cinematográficas compraban una sola copia. Para exhibirla en varios cines en cada uno había un ciclista que esperaba se terminara de pasar un carrete para llevarlo a otra sala ubicada a kilómetros de distancia, estos ciclistas, ases del pedaleo se llamaban combinadores. Por aquellos años el tránsito era, creemos, veinte veces menor y la velocidad máxima permitida cuarenta kilómetros por hora. Las calles pavimentadas eran pocas, sólo las centrales .Los conductores de vehículos tenían un respeto encomiable por los combinadores y las entregas eran a horario, muy raramente había que encender las luces de la sala en espera de la combinación.
Cuando llegaba a ocurrir se debía al pinchazo de una rueda y el pianista ejecutaba piezas populares de moda en espera del tambor que contenía la cinta. Los “cabros” que estaban en lo más alto de la galería podían mirar hacia el interior de la cabina de proyección, al llegar la película el operador debía rebobinar la cinta para proyectarla y la galería lo urgía con el grito ¡ya pus cojooo! El apelativo de cojo se usaba en todos los cines de Santiago.
Como niños no nos íbamos a preocupar de minucias como el origen del sobrenombre a los operadores de cine.Las películas eran mudas y en blanco y negro. Los parlamentos de los personajes se reproducían al pie de la película. No sabemos y solamente creemos que el silencio no colaboraba con el clima necesario a la exhibición de la cinta y por ello cada una venía con su propio acompañamiento musical que era ejecutado por un pianista. En el cine de nuestro barrio la pianista del “Ideal Cinema” llegaba a la matinée del domingo con un atraso de cinco a diez minutos para ganarse el aplauso de todos los “cabros” que llenábamos la galería. Los mayores empezaron a hablar del cine sonoro y nosotros nos dividimos en si y no creyentes. Los escépticos alegábamos: como van a salir palabras de los monos que pasan por el telón. Salieron, pero en gringo y siempre tuvimos que leer los parlamentos. Años más tarde comenzó a circular otra bola, las películas vendrían en colores, los que alegamos que era imposible tuvimos que convencernos que el ingenio y la inventiva humana es capaz de llegar muy, muy lejos.
Llegó el sonoro, llegó el color, desapareció la película en grandes carretes de alto precio. Desaparecieron los combinadores. ¿Será la industria cinematográfica la más grande industria?. Están las de automóviles, el deporte espectáculo, el tabaco, vinos y licores, el turismo y algunas otras.
Los inventores de la cinematografía, los hermanos Augusto y Luis Lumiére contestaron a Georges Méliès, director del Teatro Robert-Houdin, cuando éste les ofreció cinco mil francos por su invento, -joven no queremos estafarlo, es sólo una curiosidad científica que no tiene porvenir comercial. Méliès fue subiendo su oferta hasta llegar a los veinticinco mil francos. Los hermanos Lumiére le repitieron –no queremos su ruina.La primera función de cinematógrafo. Una noche de diciembre de 1895, en París, un charlatán animaba a los paseantes a presenciar un espectáculo desconocido al interior de un café, por un franco. Treinta y cinco personas se sentaron frente a una muralla donde colgaba una sábana blanca. Se apagó la luz y algo como una rara linterna iluminó la sábana donde aparecieron unos obreros ¡que se movían! Luego un tren estuvo por atropellar unas personas y la increíble presentación de imágenes móviles sobre una sábana continuó durante media hora..
Los treinta y cinco espectadores fueron eficaces difusores del Cinematógrafo Lumiére que ahora se denomina simplemente cine y los hermanos Augusto y Luis Luz –traducción de Lumiére- asombraron y entretuvieron a los parisinos durante un tiempo y volvieron a dedicarse a la ciencia y la investigación. En la década del treinta del siglo pasado aportaron la invención del cine en colores.Luis falleció en 1948 y Augusto en 1954, su invención fue y continua siendo un gigantesco aporte a la tecnología y a las ciencias, a la entretención y a la convivencia humanas.
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